TODO TIEMPO PASADO FUE.
NOSTALGIAS DEL TIEMPO PERDIDO
EN 1979 LA AMISTAD LLENABA NUESTRAS VIDAS
"(...) Mientras Mark seguía bajando mutantes a puro tiro, Nippur dejándonos
lecciones de nobleza y misericordia para los desprotegidos y mano dura para los
tiranos, afuera…afuera, como una desgracia inmensa la realidad desgarraba las
vidas de otros jóvenes, de tal vez sólo
unos pocos años más que los nuestros, pero muchísimo más comprometidos con la
sociedad que los rodeaba y seguramente asfixiaba"
LA HISTORIETA COMO VEHÍCULO DE IDEAS Y COMO FORMA DE EVASIÓN.
Buenos
Aires, mediados del año 1979. Estamos en la vieja casa chorizo, en Lanús Este, ya es tarde, de
noche y seguimos allí. Tal vez para acompañar el rato y pasar el frío tomando
un té (porque era fácil de hacerlo) o unos mates junto a mis amigos tan
adolescentes como yo: Daniel, Ricardo y Horacio. Ninguno con novia aún por entonces,
pasábamos seguramente la tarde jugando al futbol en la calle y viendo alguna
película después, cualquier cosa. Ya el secundario había terminado, ninguno
tenía trabajo todavía y faltaba un año para ser llamado a cumplir con el servicio
militar obligatorio. Lo que se dice, un año en el medio, un año “sándwiche”, un
año… ¿perdido?
Teníamos 18 años y mientras afuera de ese
refugio compartido de amistad el país se desangraba por una dictadura feroz,
nosotros “amistábamos” (neologismo creado por Daniel). Pasábamos horas escuchando
música, charlando mucho, proyectando sueños, esas cosas. Especulando. También
andaba mi hermano por ahí, que iba y venía y se iba, aunque a veces
compartíamos reuniones, él tenía sus propios amigos. Cada uno tenía lo suyo,
Horacio nos pasaba notas y nos enseñaba acordes y explicaba cosas que sólo él
sabía sobre electrónica, misterios, ovnis, y cosas del mundo. Daniel - cebador
eterno de mate-, llenaba cuadernos propios y ajenos con cuentos, ideas, poesías
y –más adelante- con cenizas, ya que era el único del grupo que fumaba. A veces
y en los años sucesivos se nos sumaban dos amigos más, fumadores empedernidos
también: Adrián
y Aldo, dos tipazos.
Donde ellos estaban siempre había guitarras criollas, anécdotas sobre mujeres, mates,
cervezas, palitos salados, maníes, ping-pong y risas. Ricardo compartía todo conmigo desde niños, nos conocíamos
mucho: el barrio, los mismos colegios y hasta un amigo común, Sergio, que se murió
de pibe a los 15 de leucemia y nosotros nos morimos un poco con él para siempre,
aunque en apariencia seguíamos vivos. Con Ricardo nos enfrentábamos desde los 9 años de edad en
intrincados partidos de futbol de mesa, hecho con botones y más adelante con
jugadores de plástico obtenidos en golosinas. Armábamos fixtures completos. Nadie
quería perder. Con Ricky siempre las charlas derivaban de la ciencia ficción a
lo escatológico, y nos hacía reír a todos siempre. Compartíamos las lecturas
posibles, libros y cientos de páginas de historietas y las comentábamos, las
seguíamos y nos decíamos las preferencias. El rock llenaba nuestras cabezas
pero en materia de historieta, los preferidos eran las revistas humorísticas y las serias como Turay, la Skorpio y el D´artagnan, junto a sus creativos máximos. Lucho Olivera, Robin Wood,
Villagrán, Oesterheld,Dalfiume y Lito Fernández o tal vez Vogt; ellos se llevaban nuestros
aplausos. Nos la pasábamos evadiendo la realidad. Nos la pasábamos...¿Perdiendo el tiempo?
Leíamos admirados las aventuras del sumerio errante y disfrutábamos con el terror de Lalia o de Breccia, siempre mejores guionados por Oesterheld. Yo tenía el teléfono y la dirección, y nunca lo llamé, pero estuve a punto de hacerlo. Cierta vez de muy niño, aburrido o simplemente curioso, busqué nombres de autores de historieta, guionistas o dibujantes en la guia telefónica, y es por eso que tenía su teléfono anotado.Ni imaginábamos que si hubiera llamado no me habría atendido Héctor G., ni nadie, y ni siquiera sabíamos que estaba desaparecido ya que sus guiones seguían apareciendo publicados y continuarían haciéndolo por mucho tiempo más.
Leíamos admirados las aventuras del sumerio errante y disfrutábamos con el terror de Lalia o de Breccia, siempre mejores guionados por Oesterheld. Yo tenía el teléfono y la dirección, y nunca lo llamé, pero estuve a punto de hacerlo. Cierta vez de muy niño, aburrido o simplemente curioso, busqué nombres de autores de historieta, guionistas o dibujantes en la guia telefónica, y es por eso que tenía su teléfono anotado.Ni imaginábamos que si hubiera llamado no me habría atendido Héctor G., ni nadie, y ni siquiera sabíamos que estaba desaparecido ya que sus guiones seguían apareciendo publicados y continuarían haciéndolo por mucho tiempo más.
A veces nos
llegaban noticias de "afuera" pero la usina creativa que era ese
hogar no paraba. Mi gran amigo Horacio (ver foto) pasaba horas tocando
la guitarra, compartiendo la amistad entre revistas de historietas,
cortometrajes de animación en Súper 8 hechos a pulmón y hablábamos de todo, pero no hablábamos
nunca de “política”. Todo lo era, político, pero nos referíamos con esa palabra,así, las pocas
veces que recordábamos distintas pero iguales prohibiciones que en cada casa de
cada uno habíamos recibido. No se puede
hablar en la calle, tené cuidado, no digas nada… ese tipo de advertencias.
¿Decir qué, si no sabíamos nada de nada, ni siquiera dónde estábamos parados?
Mientras
tanto, mientras Mark seguía bajando mutantes a puro tiro, Nippur dejándonos
lecciones de nobleza y misericordia para los desprotegidos y mano dura para los
tiranos, afuera…afuera, como una desgracia inmensa la realidad desgarraba las
vidas de otros jóvenes, de tal vez sólo
unos pocos años más que los nuestros, pero muchísimo más comprometidos con la
sociedad que los rodeaba y –seguramente asfixiaba-, jóvenes que no tendrían jamás
la posibilidad de crecer y desarrollarse porque una tiranía sangrienta los
acorralaría en su propio país, en su propia Patria. En las escuelas nos
hablaban de la Patria mientras en cuarteles se torturaba al que pensaba
distinto. Íbamos a la iglesia y nos hablaban de que el Amor y de que el otro era
un hermano, pero más tarde nos enteraríamos de las complicidades jerárquicas
eclesiásticas, de cómo incluso se les daba la comunión en centros clandestinos
de detención a algunos de esos jóvenes, y se les desgarraban las carnes con torturas
fatales y se los arrojaba desde aviones o helicópteros al río o al mar,
intentando desaparecer los cuerpos, que no su memoria. Y nosotros, que también éramos
jóvenes salíamos de tanto en tanto a un boliche bailable y no nos gustaba
bailar. Pero era para conocer alguna chica distinta a las hermanas de nuestros
amigos que gustaban ellas como nosotros, de aventuras dibujadas e impresas en
historietas nacionales.
Yo dibujaba
mucho por entonces y leíamos juntos, compartiendo. Un día apareció un aviso, enseñaban
clases los dibujantes. Rápidamente lo decidimos: Horacio y yo nos anotamos para
hacerlo. El entonces presidente de la A.D.A. (Asociación de dibujantes de la Argentina), Leandro Sesarego estaba al frente del mismo, y eso era toda una garantía. Y
prometían la presencia de Lucho Olivera,
lo que era para mí como lo sería poder dialogar con Miguel Ángel, para un
artista plástico.
De ese
curso ya hablé antes en este blog y lo seguiré haciendo porque hay aún cosas
para contar. La seguimos…
¿O será otra vez un tiempo perdido?
Felipe R. Ávila
¿O será otra vez un tiempo perdido?
Felipe R. Ávila
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