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lunes, 11 de marzo de 2013

Quino firmando autógrafos, gigante y frágil



Hay blogs casi olvidados, estancados por distintos problemas e inconvenientes, pero a mi entender todavía válidos. Por eso es que comienza aquí en Rebrote: pensar la historieta una serie en revisión de esas notas escritas hace años y publicadas entre 2006 y 2007 en el primer blog de Rebrote, blog creado por Javier I. Rago (Rolkiem) ,quien en esta ocasión también ha realizado los epígrafes de esta nota escrita por Felipe R. Ávila. Publicación original el 8 de mayo de 2007 (http://rebrote.blogspot.com.ar) 



 
Quino firmando autógrafos, gigante y frágil





La Feria del Libro de Buenos Aires 2007: pequeña crónica de dos días extraordinarios.





Foto 1. Quino llegando a firmar
1- La Cola más Laaaarga

Primero de mayo, día no laborable, día del trabajo. Eso, trabajo costó entrar a la exposición y venta de libros más importante de Latinoamérica. Colas extensas y encima, un chaparrón, algo de lluvia antes del ingreso sobre una buena cantidad de gente. Fuera por el día feriado o por quienes estaban para firmar libros, la masiva concurrencia desbordaba La Rural. Adentro una cola de las más extensas mostraba gente de variadas edades y ya con el libro a firmar en la mano. Pregunté curioso: “¿Para quién es esta cola?”. Era una cola extensa, que daba la vuelta y se perdía adelante, más allá. “Vanina, firma Vanina, de Gran Hermano”, me contestó una señora joven, mientras los que estaban delante de ella me miraron como diciendo: ¿y a éste que le pasa, vive en un frasco, que no se enteró?






Foto 2. Descubriendo a Mafalda






2- Quino y Gaturro
Nos fuimos para donde estaría firmando Quino, y llegamos muy temprano. El stand de Ediciones de la Flor tenía en ese momento pocos visitantes, así que nos propusimos comenzar la fila. Quino sería nuestro. Y casi lo conseguimos, quedamos cuartos, luego de la hijita de una de las personas del stand, un par de adolescentes salidas de la nada y una nena con la madre, una señora muy amable y de muy buen oído: le comenté a mi familia por lo bajo: “fijate esa nena (la que venía con la señora de oído fino), tiene puesta una camiseta con Gaturro, de Nik, parece que Quino lo odia a Nik, por unos dibujos que le habría copiado”. Al instante la nenita tenía puesto un buzo que tapaba absolutamente al gatito de Nik. La señora de buen oído y mucha amabilidad nos comentaba que había ella recibido un mail donde se decía que Nik le había robado a Quino, etc., etc. Nos pusimos a abundar sobre el tema (lo que abunda no daña, dicen).

 







Foto 3. De la 1° edición (Jorge Alvarez editor) a la última de  De la Flor




3- Nueva edición de Mafalda


Los tradicionales libros de Mafalda de Quino, son reeditados para esta ocasión y ya pueden conseguirse en todas partes, con nuevas tapas a todo color, rediseñadas, con la tapa plastificada y en su tradicional formato apaisado, donde caben perfectamente dos tiras por páginas. Alguna vez vamos a tener que hablar seriamente de los formatos de la revista o libros de historieta y de su particularidad, la que surge allá lejos cuando había poco papel en el mercado y los editores e imprenteros debieron imaginar formatos pequeños para subsistir. Y hoy, el apaisado es casi una marca nacional para el humor. ¿O no?





Foto 4. Nuevas reediciones














4- El Baile del Cartelito


Al lado de Quino, perdón, del cartelito rectangular blanco con letras negras con su nombre, estaba el de otro escritor talentoso. El dramaturgo y actor Hugo Midón. Los carteles pequeñitos y rectangulares tenían dos perforaciones en la parte superior, las que encajaban perfectamente en dos salientes que presentaba un tirante horizontal que cerraba por arriba el rectángulo que formaba con la mesa por debajo. ¿Se entiende? Una mesita, con una especie de arco de fútbol delante y en vez de un travesaño solamente, con los dos cartelitos: el de Quino (a la derecha) y el de Midón (a la izquierda). Una persona del stand con agilidad y una eterna sonrisa, cambiaba el cartelito de Quino de lado cada tanto, lo que nos obligaba a mover levemente la cola que veníamos formando de sitio, o estábamos a la derecha o a la izquierda mirando de frente la mesa donde se firmarían los libros. ¿El motivo? Hugo Midón no estaba. O no llegaba, que para el caso era lo mismo. Tal vez la lluvia. ¿Llegaba o no llegaba? El empleado de la editorial cambiaba alternativamente el cartel de Midón, y una señora leída y valerosa se atrevía a decirnos amablemente (a los casi 50 que ya éramos “la cola para Quino”): “yo espero a Hugo Midón para que me firme”. Con una sonrisa esperanzada la dama siguió inmutable los pendulares cambios de cartelitos del señor del stand, hasta que se cansó o hasta que alguien le dijo: “Hugo Midón no va a venir”. Así, el empleado optó por lo lógico: ubicar el cartel de Quino en el centro, sobre la mesa, y relegar el cartel de Midón para otra oportunidad. La señora midonista se marchó. Y nos dio pena, porque a la media hora... llegó Hugo Midón.




Foto 5. Quino, el genio cercano y frágil











5- La soledad de Midón


Y Hugo Midón miraba la cola, tal vez pensando, “¡¡no puede ser para mi!... ¿o sí?”. Pero no, era para el otro autor. El empleado del stand, ya no sonreía como antes, ahora el tema era ¿dónde lo ponemos a Midón a firmar? Diligentes, lo hicieron pasar del otro lado del mostrador, le acercaron una silla, le fueron a buscar algo para beber y... aquí llegó el nuevo problema. Ya instalada la fila para Quino, a Midón lo sentaron en un sitio sin aquella estructura que relatamos antes, del travesaño y los cartelitos. En realidad, el cartel seguía estando pero “¿de dónde lo cuelgo?” pensaba el tipo del stand, ya sin ninguna sonrisa. Ahí empezó a improvisar: metióle cinta ancha transparente adhesiva al cartel, el que se empecinaba en quedar horizontal (no se leía, salvo que uno estuviera mirando desde el techo hacia abajo) hasta que un poco de cinta desde arriba (no se de dónde) lo estabilizó. Resumiendo: quedó una hermosa porquería, todo pegoteado y a la que te criaste.

Frente a ese hecho artístico consumado, un cansado Hugo Midón miraba esa especie de tablado de cinta scocht y nada, delante suyo nadie se arrimaba para firmar un libro ni al menos para decirle, “hola, y gracias por tanta buena literatura de tu parte”.






Foto 6. Quino llegando al stand









6- La llegada de Quino


Quino llegó de pronto desde un costado, caminando entre la gente que lo desconocía, casi como dando pequeños saltitos en cada paso, enmarcado en unas bruces imaginarias de allegados a él. Como si flotara y el hombre sonreía. Algún “maestro” se escuchaba y él sonreía con tímida fragilidad. Le sacamos fotos antes que pudiera decir siquiera hola. Pasó por detrás y lo acomodaron en el asiento bajo “el tablado” y comenzó a sonreír. En seguida comenzaron a pedirnos el número y a pasar. Quino agradecía los agradecimientos y dibujaba rápidamente su firma (no hacía Mafaldas, ya nos habían advertido de ni siquiera pedirle). “Para Victoria. Quino.” “Para Gonzalo. Quino.” “Para Felipe. Quino”...y uno salía como feliz, emocionado de haber saludado a un creativo único, un humanista trascendente, un defensor de la niñez y de la ecología, desde allí mismo, desde el papel y la tinta, con esa humildad sincera de los verdaderamente grandes. “Gracias, maestro -balbucié- porque Mafalda nos ayudó a pasar los años malos del país de una forma mejor”, o algo así le dije, queriendo expresar todo, tal vez ni fui claro con él.







Foto 7. El respeto al lector



7- El Hombre del Autógrafo Eterno


Quino agradecía con corrección a cada uno, y cada uno a él mismo. De pronto puso una cara de asombro: un hombre mayor desde atrás nuestro se le acercó y le dejó un libro (escrito por él, por el tipo éste) y nadie entendía nada. “¿Es para mí, este libro?”, preguntó Quino. El hombre, no contento con llegar y casi sin hablar, se puso a dedicarle (él, a Quino) el libro en cuestión y estuvo como tres minutos con la dedicatoria, la situación humorística e insólita era sobrellevada por Quino con una sonrisa, y por los que estábamos alrededor para seguir sacándole fotos (a Quino, no al tipo) hasta que rubricó y se lo entregó. Quino le pasó el libro a la persona a su lado y siguió por más de una hora firmando (ahora sí, él mismo) los libros de Mafalda que la gente le iba acercando.


Felipe Ricardo Avila

3 comentarios:

  1. Quino es un grande, la organización debería haber tratado de estar a su altura. Su estilo mucha veces es amargo, pero eso también es elogiable.

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  2. Que buena idea este rescate de notas!

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