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miércoles, 8 de julio de 2009

☼ Los colores de siempre


Desde la prehistoria los hombres han tenido necesidad de contarnos sobre su mundo, sus anhelos y temores.
El color, que es luz, ha servido para ello.


El tiempo que transcurre lo modifica todo. Aunque de forma imperceptible, como sucede con los hijos que crecen o esas fotografías que con los años se ponen amarillas sin que uno lo note, hasta que las ve. Quizá por ahí pase todo: mirar y ver.

Pero en ocasiones no es fácil discernir sobre lo que uno observa, por falta de referentes adecuados. Así, durante siglos, miramos los trabajos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, composiciones deslumbrantes en tonos pasteles, ocres, marrones...totalmente falsos. Colores que pintó el tiempo y no Buonarotti. Humedad de siglos, hongos y polvo acumulados. Los verdaderos colores (azules, rojos, verdes brillantes) han salido a nuestro encuentro por la obra de restauración encarada a comienzos de la década del 90.

También eran coloridos los templos de la acrópolis de Atenas y no blancos inmaculados como nos los pintaban los libros de texto del secundario. Los antiguos usaban el color. Ritualmente, religiosamente, plásticamente. Los colores tienen su significado y según su vibración, su longitud de onda en el espectro, los percibimos de distinto modo. Por lo tanto la clasificación que de ellos hacemos al llamarlos fríos o calientes, no es arbitraria, ya que ello puede ser percibido y sentido tanto por un occidental como por un oriental. Lo que variará será el destino que cada uno le dé, es decir las aplicaciones, formas de reproducción y combinaciones.

El hombre prehistórico nos dejó sus visiones en la roca de la caverna a través de coloridos dibujos que nos transmiten sus gustos, temores, mitos y vida cotidiana. Arte rupestre escribió alguien, pero no sólo del lado de adentro de la cueva. Aunque menor, lo conservado fuera de ella (el sitio ideal para pintar, por la luz directa del sol), nos da la pauta de que el hombre primitivo no tenía límites para su expresión, como los niños que comienzan dibujando la hoja que uno les ha dado y siguen por el piso o las paredes.

Los colores son apenas luz y qué mejor que la del sol para pintarlos. La erosión del viento y el agua han borrado casi todo, pero de lo conservado en las cavernas pueden interpretarse secuencias enteras: cacerías, nacimientos, signos extraños, posiblemente como parte de algún ritual mágico. Algunos estudiosos ven en esto un antecedente -el más antiguo, por cierto- de la historieta. Protohistorietas como lo son también los códices mayas o los jeroglíficos egipcios; donde los dibujos son signos en su dualidad concepto-imagen acústica.

Otros antecedentes de la livic, o historieta, ya más cercanos, pueden encontrarse en pinturas seriadas que se leen según un orden preestablecido y que en la sucesión constituyen una secuencia, contándonos en la totalidad una pequeña anécdota. En estos casos, el color se refleja sobre la tela pero en otros los artistas usaron como soporte de su expresión piezas de arcilla y cuero, hasta llegar al papel. Invento milenario del hombre, atribuible a los chinos, a pesar de su largo camino vería multiplicadas recién sus posibilidades a fines del siglo XIX con la Revolución Industrial.

Es en este período cuando, una avidez creciente por conocer lo que sucede en el mundo conduce a la creación de nuevos diarios y a su crecimiento. Suben las tiradas, se impulsa en la gente la necesidad de la información y la larga tradición de la caricatura política se afianza en estos nuevos medios, los periódicos. Estaban así dadas las condiciones para la aparición masiva en escena de la historieta, una nueva modalidad de la narrativa, que cuenta mediante una sucesión de cuadros una historia, utilizando imágenes y texto combinados, realizados en tinta sobre papel. Un nuevo género para que escritores y dibujantes pintaran con talento los colores de su tiempo.

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