"Confesiones de Invierno" Nº 09
Lucho Olivera, padre de héroes inmortales.
Nunca imaginé en aquellas felices horas de mi niñez leyendo el D´Artagnan que traía el Nippur dibujado por Lucho Olivera que un día yo sería uno de los portadores de su féretro, ni imaginé tampoco que otra de las manijas del cajón mortuorio sería llevada por un acongojado amigo y coterráneo del maestro, un ilustrador e historietista único, me refiero a Ricardo Villagrán. Lucho, su gran amigo, había muerto. Tanta tristeza nos dejaba su ausencia como algo de paz, porque Lucho había dejado de sufrir y esa larga agonía había terminado. Nacían los recuerdos ante la ausencia inevitable, y se comenzaba a vislumbrar,ya ahí, su estatura de Gran Artista argentino de proyección internacional. Algo que Olivera siempre fue, pero que muchas veces no se resaltó en vida.
Ese día, el del sepelio, ya lo había escuchado de labios de conocidos, familiares y amigas del gran artista. Martha, la hermana indómita y leal de Olivera lo había expresado tiempo atrás –y en una entrevista exclusiva a Rebrote- pero ahora la frase caía otra vez, contundente, hermosa y desafiante: “Nippur de Lagash fue creado por Lucho, por el sólo, allá en Corrientes”
Ricardo Luis Olivera o simplemente, Lucho Olivera, como firmara tantos de sus trabajos gráficos, es por sobre todo, un narrador. Estamos rescatando muchas historietas escritas y dibujadas por él antes del éxito fulgurante de Nippur y de Gilgamesh, y otras cuantas de esos mismos años de oro. Asombra ver como empatan en calidad el texto y el dibujo en aquellas historietas, y como se eleva la categoría del ilustrador a la de Artista, en tantas portadas para revistas populares de editorial Columba, especialmente (aunque no excluyentemente).
Gilgamesh el inmortal nace de dos vías concretas de inspiración, a saber:
1) Su conocimiento profuso de la civilización Sumeria, y del poema de Gilgamesh, el más antiguo conocido de la humanidad arcaica, en particular.
2) Su total cohesión con la obra de Stanley Kubrik, el notable cineasta británico, padre de “la patrulla infernal”, “Espartaco” y especialmente “2001, Odisea del espacio”. Lucho siente al salir de ver esta película que ese es el camino ético y estético que este realizador le está marcando.
Por eso cuando “viste” a Gilgamesh con naves y ropas de astronautas similares a las del film, lo suyo es además de un homenaje, una prosecución en el papel de lo que lo atravesó espiritualmente desde la pantalla. Nada es igual para nadie luego de este filme, menos para el Artista Olivera, sensible y creyente en una mente Universal más poderosa que la de cada debilidad humana.
Pero Gilgamesh, el Inmortal, de Luis Olivera, en textos y dibujos, no es más que una evolución cultural de estas dos vertientes citadas. La cultura es eso: tomar una información o algo de un sitio pero dar a partir de eso una respuesta distinta y original. El poema primigenio le da basamento y sentido: buscar el no-morir, existir un poco más. El filme le da el contenido y el continente: los colores de los trajes, la tecnología y el pretexto. Que desde las cavernas hasta el 2001, el hombre es y será el mismo. Las mismas dudas, las mismas preguntas. Y la trascendencia: el astronauta aquél de la película que se ve en el final a si mismo mas anciano y luego como un nuevo ser creado, universal y cercano al Dios, encuentra en Gilgamesh (el de la historieta realizada aquí en el Sur del planeta, en Buenos Aires, por un artista de origen correntino) a su mejor continuador. Porque Lucho le agrega otro factor: el sentido de la muerte.
Cualquiera que lea esos Gilgamesh escritos y dibujados por Lucho en los años que van desde 1969 a 1974, los primeros y originales, verá que hay mucha mas profundidad y a la vez simpleza para narrarlo que en los posteriores episodios de Sergio Mulko en guiones (donde la idea de Dios en relación a los hombres da un giro y cambia 180 grados) y ni que hablar de los episodios más famosos, los que salieron recién en los años ochenta bajo la pluma dúctil y preciosa de Robin Wood. En ellos hay más aventura, por el ir y venir y la lucha del héroe, que Sentido de Trascendencia y de la muerte. El sentido de la muerte en los capítulos iniciales de Gilgameh por Lucho Olivera es claro: de nada vale ser inmortal si los que uno ama se mueren. Así de sencillo, hermoso y profundo. Gilgamesh carga con la inmortalidad como una condena, pero ante la menor posibilidad de perderla y no cumplir con su objetivo de ser guardián de la semilla humana que viaja por el espacio en la nave Prometeo en forma de 100 bebés hibernados, en ese instante, Gilgamesh desea vivir. Hasta el último momento se revela así su verdadera condición humana la que salta por sobre la máscara del héroe. Y cambia la pregunta inicial que se hacía Lucho: “¿por qué la gente ha de morir?” por la otra: “¿De qué sirve vivir para siempre si uno está solo, sin la gente que ama?. Notable, profundo, y gritado desde una historieta: como tal, popular, masiva, muchas veces mal impresa y muchas más veces mal leída.
Luis Olivera es el padre de Gilgamesh, eso está publicado, escrito y existen variados testimonios de ello. Pero también figura – y se lo conoce- como el primer dibujante de Nippur de Lagash, aunque algunos preferirían decir de Lucho que es en realidad el co-creador de la serie. Hemos escrito en varias oportunidades como si bien Robin escribe cientos de episodios, la característica humana de Nippur con ese aire a sufrido ser, sabio, melancólico y con algo de lejanía con los restantes mortales pareciera haber sido inspirado a Robin Wood directamente del trazo de Lucho. Este artista le da veracidad al héroe sumerio, carnadura humana, contradicción y sentido. Desde la musculatura, propia de alguien que camina años y años y es dado a ejercicios pero que no consume “anabólicos” (como los hipertrofiados superhéroes del Imperio Norteamericano). Desde esa naturalidad que los lectores han advertido en cientos de cartas durante años, hasta la mirada, el gesto, que Lucho le imprime y es el del desterrado o tal vez, el del que añora la vuelta a su tierra (Lucho-Nippur) entre las aguas de ambas Mesopotamias (argentina y la Asiática, la de Sumeria).
¿Pero es Lucho el verdadero “padre absoluto” de Nippur?
La prima de Lucho, Berta, precisa el dato. Pero es algo que es vox populi entre los allegados al gran maestro desaparecido el 11 de noviembre del año 2005: “Sí,-aclara- Luis empezó a pensar y escribir la historia del héroe, de este héroe sumerio, en la casa paterna, en la cocina la escribía, te digo más. La dirección: Hipólito Yrigoyen 1998, Corrientes (capital). Tendría Lucho por entonces unos diecisiete años, más o menos”. Y prosigue: “el papá de Lucho era militar, como ya saben, por eso ellos (se refiere a la familia Olivera en pleno) vivieron por varios lugares de la provincia, como Curuzú Cuatiá e incluso un tiempo en Mercedes, hasta instalarse acá en Buenos Aires. ¿Cómo lo recuerdo?¡Y cómo no lo voy a hacer, si cuando Lucho comienza a publicar seguido a Nippur de Lagash, todos veíamos esas historietas maravillosas! Y recordábamos el hecho. ¿Por qué no reclamó ni dijo nunca en voz alta esto, el mismo? Bueno, no lo se. Tal vez por su forma de ser, su carácter, fue siempre un Caballero".
Javier Rago y yo le contamos a Berta - le recordamos- que ya aparece la firma de Robin Wood en esos primeros capítulos. La familia en pleno alega que es inconcebible que existieran en ese momento dos personas a las que les interesara por igual el tema Sumeria y que supieran tanto. Y se juntaran para hacer esta historieta. Según ellos, Luis Olivera “ Lucho” para todos, era el erudito, el que se fijaba y estudiaba la forma, el peso y el material de las armas mesopotámicas, el tamaño de los cascos, etc. El “experto”, joven y talentoso habría sido el que hubo de pedirle a su joven amigo de entonces, Robin Wood, que hiciera un guión. Pero la cosa no habría quedado ahí, en el pedido, sino que –todo parece indicarlo por los testimonios-, Lucho le habría contado a Robin la trama de –al menos- dos de los primeros cinco capítulos en cuestión de Nippur de Lagash.
“Mire, Felipe- me dijo un día en tono confidencial el Gran Maestro argentino, Lucho Olivera- hay cosas que es mejor dejarlas así, dejarlas como están, no “levantar polvo”.
Esa frase del maestro podría tener -seguramente- otras lecturas, en su mente colosal. Había que dialogar una media hora con Lucho para saber lo gratísimo y a la vez difícil que era seguirle una conversación, por el grado de coherencia en su exposición (a veces mas un soliloquio que una charla conmigo) pero uno más tarde agradecía escucharle y ver como enhebraba el discurso y retomaba siempre el punto al que quería llegar, ante el mío, bastante más disperso.
Algunos llegaron a decir de Lucho Olivera que estaba loco. En realidad no lo estaba, pero algunos simplemente no lo entendían. No querían o no podían. Porque Lucho tenía una mente brillante, un conocimiento mucho mayor que la media de la gente y una forma de ser que lo hacía más parecido al genio metido en un laboratorio que a un simple pintor. Pero además de tener una mente brillante, matemática y científica, tenía también el costado del artista. Los dos hemisferios cerebrales hiper desarrollados. Hipersensible y respetuoso. Humilde hasta el extremo de rendir culto y pedir homenajes a muchos colegas antes que a él mismo. Y de callar a veces cosas que sabía, que prefería dejar en el olvido tal vez, sólo tal vez, por una amistad que había sido, hace mucho, pero mucho tiempo atrás. O por simple pudor y sencilla humildad.
Felipe Ricardo Avila.
Más sobre Lucho Olivera en:
http://www.rebrote.com.ar/
Transcribo ahora parte de una carta entre la hermana de Lucho y yo, con fecha 3 de marzo de 2006
Nunca imaginé en aquellas felices horas de mi niñez leyendo el D´Artagnan que traía el Nippur dibujado por Lucho Olivera que un día yo sería uno de los portadores de su féretro, ni imaginé tampoco que otra de las manijas del cajón mortuorio sería llevada por un acongojado amigo y coterráneo del maestro, un ilustrador e historietista único, me refiero a Ricardo Villagrán. Lucho, su gran amigo, había muerto. Tanta tristeza nos dejaba su ausencia como algo de paz, porque Lucho había dejado de sufrir y esa larga agonía había terminado. Nacían los recuerdos ante la ausencia inevitable, y se comenzaba a vislumbrar,ya ahí, su estatura de Gran Artista argentino de proyección internacional. Algo que Olivera siempre fue, pero que muchas veces no se resaltó en vida.
Ese día, el del sepelio, ya lo había escuchado de labios de conocidos, familiares y amigas del gran artista. Martha, la hermana indómita y leal de Olivera lo había expresado tiempo atrás –y en una entrevista exclusiva a Rebrote- pero ahora la frase caía otra vez, contundente, hermosa y desafiante: “Nippur de Lagash fue creado por Lucho, por el sólo, allá en Corrientes”
Ricardo Luis Olivera o simplemente, Lucho Olivera, como firmara tantos de sus trabajos gráficos, es por sobre todo, un narrador. Estamos rescatando muchas historietas escritas y dibujadas por él antes del éxito fulgurante de Nippur y de Gilgamesh, y otras cuantas de esos mismos años de oro. Asombra ver como empatan en calidad el texto y el dibujo en aquellas historietas, y como se eleva la categoría del ilustrador a la de Artista, en tantas portadas para revistas populares de editorial Columba, especialmente (aunque no excluyentemente).
Gilgamesh el inmortal nace de dos vías concretas de inspiración, a saber:
1) Su conocimiento profuso de la civilización Sumeria, y del poema de Gilgamesh, el más antiguo conocido de la humanidad arcaica, en particular.
2) Su total cohesión con la obra de Stanley Kubrik, el notable cineasta británico, padre de “la patrulla infernal”, “Espartaco” y especialmente “2001, Odisea del espacio”. Lucho siente al salir de ver esta película que ese es el camino ético y estético que este realizador le está marcando.
Por eso cuando “viste” a Gilgamesh con naves y ropas de astronautas similares a las del film, lo suyo es además de un homenaje, una prosecución en el papel de lo que lo atravesó espiritualmente desde la pantalla. Nada es igual para nadie luego de este filme, menos para el Artista Olivera, sensible y creyente en una mente Universal más poderosa que la de cada debilidad humana.
Pero Gilgamesh, el Inmortal, de Luis Olivera, en textos y dibujos, no es más que una evolución cultural de estas dos vertientes citadas. La cultura es eso: tomar una información o algo de un sitio pero dar a partir de eso una respuesta distinta y original. El poema primigenio le da basamento y sentido: buscar el no-morir, existir un poco más. El filme le da el contenido y el continente: los colores de los trajes, la tecnología y el pretexto. Que desde las cavernas hasta el 2001, el hombre es y será el mismo. Las mismas dudas, las mismas preguntas. Y la trascendencia: el astronauta aquél de la película que se ve en el final a si mismo mas anciano y luego como un nuevo ser creado, universal y cercano al Dios, encuentra en Gilgamesh (el de la historieta realizada aquí en el Sur del planeta, en Buenos Aires, por un artista de origen correntino) a su mejor continuador. Porque Lucho le agrega otro factor: el sentido de la muerte.
Cualquiera que lea esos Gilgamesh escritos y dibujados por Lucho en los años que van desde 1969 a 1974, los primeros y originales, verá que hay mucha mas profundidad y a la vez simpleza para narrarlo que en los posteriores episodios de Sergio Mulko en guiones (donde la idea de Dios en relación a los hombres da un giro y cambia 180 grados) y ni que hablar de los episodios más famosos, los que salieron recién en los años ochenta bajo la pluma dúctil y preciosa de Robin Wood. En ellos hay más aventura, por el ir y venir y la lucha del héroe, que Sentido de Trascendencia y de la muerte. El sentido de la muerte en los capítulos iniciales de Gilgameh por Lucho Olivera es claro: de nada vale ser inmortal si los que uno ama se mueren. Así de sencillo, hermoso y profundo. Gilgamesh carga con la inmortalidad como una condena, pero ante la menor posibilidad de perderla y no cumplir con su objetivo de ser guardián de la semilla humana que viaja por el espacio en la nave Prometeo en forma de 100 bebés hibernados, en ese instante, Gilgamesh desea vivir. Hasta el último momento se revela así su verdadera condición humana la que salta por sobre la máscara del héroe. Y cambia la pregunta inicial que se hacía Lucho: “¿por qué la gente ha de morir?” por la otra: “¿De qué sirve vivir para siempre si uno está solo, sin la gente que ama?. Notable, profundo, y gritado desde una historieta: como tal, popular, masiva, muchas veces mal impresa y muchas más veces mal leída.
Luis Olivera es el padre de Gilgamesh, eso está publicado, escrito y existen variados testimonios de ello. Pero también figura – y se lo conoce- como el primer dibujante de Nippur de Lagash, aunque algunos preferirían decir de Lucho que es en realidad el co-creador de la serie. Hemos escrito en varias oportunidades como si bien Robin escribe cientos de episodios, la característica humana de Nippur con ese aire a sufrido ser, sabio, melancólico y con algo de lejanía con los restantes mortales pareciera haber sido inspirado a Robin Wood directamente del trazo de Lucho. Este artista le da veracidad al héroe sumerio, carnadura humana, contradicción y sentido. Desde la musculatura, propia de alguien que camina años y años y es dado a ejercicios pero que no consume “anabólicos” (como los hipertrofiados superhéroes del Imperio Norteamericano). Desde esa naturalidad que los lectores han advertido en cientos de cartas durante años, hasta la mirada, el gesto, que Lucho le imprime y es el del desterrado o tal vez, el del que añora la vuelta a su tierra (Lucho-Nippur) entre las aguas de ambas Mesopotamias (argentina y la Asiática, la de Sumeria).
¿Pero es Lucho el verdadero “padre absoluto” de Nippur?
La prima de Lucho, Berta, precisa el dato. Pero es algo que es vox populi entre los allegados al gran maestro desaparecido el 11 de noviembre del año 2005: “Sí,-aclara- Luis empezó a pensar y escribir la historia del héroe, de este héroe sumerio, en la casa paterna, en la cocina la escribía, te digo más. La dirección: Hipólito Yrigoyen 1998, Corrientes (capital). Tendría Lucho por entonces unos diecisiete años, más o menos”. Y prosigue: “el papá de Lucho era militar, como ya saben, por eso ellos (se refiere a la familia Olivera en pleno) vivieron por varios lugares de la provincia, como Curuzú Cuatiá e incluso un tiempo en Mercedes, hasta instalarse acá en Buenos Aires. ¿Cómo lo recuerdo?¡Y cómo no lo voy a hacer, si cuando Lucho comienza a publicar seguido a Nippur de Lagash, todos veíamos esas historietas maravillosas! Y recordábamos el hecho. ¿Por qué no reclamó ni dijo nunca en voz alta esto, el mismo? Bueno, no lo se. Tal vez por su forma de ser, su carácter, fue siempre un Caballero".
Javier Rago y yo le contamos a Berta - le recordamos- que ya aparece la firma de Robin Wood en esos primeros capítulos. La familia en pleno alega que es inconcebible que existieran en ese momento dos personas a las que les interesara por igual el tema Sumeria y que supieran tanto. Y se juntaran para hacer esta historieta. Según ellos, Luis Olivera “ Lucho” para todos, era el erudito, el que se fijaba y estudiaba la forma, el peso y el material de las armas mesopotámicas, el tamaño de los cascos, etc. El “experto”, joven y talentoso habría sido el que hubo de pedirle a su joven amigo de entonces, Robin Wood, que hiciera un guión. Pero la cosa no habría quedado ahí, en el pedido, sino que –todo parece indicarlo por los testimonios-, Lucho le habría contado a Robin la trama de –al menos- dos de los primeros cinco capítulos en cuestión de Nippur de Lagash.
“Mire, Felipe- me dijo un día en tono confidencial el Gran Maestro argentino, Lucho Olivera- hay cosas que es mejor dejarlas así, dejarlas como están, no “levantar polvo”.
Esa frase del maestro podría tener -seguramente- otras lecturas, en su mente colosal. Había que dialogar una media hora con Lucho para saber lo gratísimo y a la vez difícil que era seguirle una conversación, por el grado de coherencia en su exposición (a veces mas un soliloquio que una charla conmigo) pero uno más tarde agradecía escucharle y ver como enhebraba el discurso y retomaba siempre el punto al que quería llegar, ante el mío, bastante más disperso.
Algunos llegaron a decir de Lucho Olivera que estaba loco. En realidad no lo estaba, pero algunos simplemente no lo entendían. No querían o no podían. Porque Lucho tenía una mente brillante, un conocimiento mucho mayor que la media de la gente y una forma de ser que lo hacía más parecido al genio metido en un laboratorio que a un simple pintor. Pero además de tener una mente brillante, matemática y científica, tenía también el costado del artista. Los dos hemisferios cerebrales hiper desarrollados. Hipersensible y respetuoso. Humilde hasta el extremo de rendir culto y pedir homenajes a muchos colegas antes que a él mismo. Y de callar a veces cosas que sabía, que prefería dejar en el olvido tal vez, sólo tal vez, por una amistad que había sido, hace mucho, pero mucho tiempo atrás. O por simple pudor y sencilla humildad.
Felipe Ricardo Avila.
Más sobre Lucho Olivera en:
http://www.rebrote.com.ar/
Transcribo ahora parte de una carta entre la hermana de Lucho y yo, con fecha 3 de marzo de 2006
"Querida Martha:
No quiero ponerte más triste, pero debo decirte que cada uno de nosotros lo recuerda con mucho afecto a Lucho y la admiración por su trabajo colosal (a la postre, lo que la mayoría conocerá por siempre de él) va creciendo. Nosotros hacemos lo posible, te lo aseguro, para difundir su obra vasta, inmensa. Como te prometí, siempre en algún número de Cine Portátil habrá al menos un dibujo o mención a Lucho. Porque los que la hacemos somos sus seguidores(hemos luchado siempre contra nuestras debilidades en el manejo del lápiz y la pluma queriendo mejorar y aprender para emular al maestro), sus admiradores (seguimos fascinados cada curva, cada pincelada, cada recoveco de sus ilustraciones), y sus discípulos (tratamos de contar buenas historias desde el texto o con la imagen, pero siempre con una mirada crítica sobre la sociedad, valorizando la dignidad del ser humano y también su grandeza, esa que sale de vencer sus temores y seguir adelante). La verdad, se lo extraña a Lucho. Y no sólo por la falta de publicaciones con sus trabajos, también en esa cosa cotidiana, en esa llamada telefónica que podía hacerme un domingo a la tardecita para comentarme algo que le interesaba visto en algún programa de cable, Discovery, por ejemplo. Su lucidez espantaba a algunos. A mi me espanta la mediocridad generalizada".
Próxima nota (05/12/11): Martha Barnes brillando en la realización gráfica de "Cuentos del Emir", con guiones de José Luis Arévalo, para la revista femenina "Intervalo", de Editorial Columba.
No quiero ponerte más triste, pero debo decirte que cada uno de nosotros lo recuerda con mucho afecto a Lucho y la admiración por su trabajo colosal (a la postre, lo que la mayoría conocerá por siempre de él) va creciendo. Nosotros hacemos lo posible, te lo aseguro, para difundir su obra vasta, inmensa. Como te prometí, siempre en algún número de Cine Portátil habrá al menos un dibujo o mención a Lucho. Porque los que la hacemos somos sus seguidores(hemos luchado siempre contra nuestras debilidades en el manejo del lápiz y la pluma queriendo mejorar y aprender para emular al maestro), sus admiradores (seguimos fascinados cada curva, cada pincelada, cada recoveco de sus ilustraciones), y sus discípulos (tratamos de contar buenas historias desde el texto o con la imagen, pero siempre con una mirada crítica sobre la sociedad, valorizando la dignidad del ser humano y también su grandeza, esa que sale de vencer sus temores y seguir adelante). La verdad, se lo extraña a Lucho. Y no sólo por la falta de publicaciones con sus trabajos, también en esa cosa cotidiana, en esa llamada telefónica que podía hacerme un domingo a la tardecita para comentarme algo que le interesaba visto en algún programa de cable, Discovery, por ejemplo. Su lucidez espantaba a algunos. A mi me espanta la mediocridad generalizada".
Próxima nota (05/12/11): Martha Barnes brillando en la realización gráfica de "Cuentos del Emir", con guiones de José Luis Arévalo, para la revista femenina "Intervalo", de Editorial Columba.
¡Sólo puedo repetir lo dicho en otras ocasiones!¡Realmente ,Felipe,sos un amigo que vale la pena tener,aún después de la muerte!Seguramente serían las palabras de Lucho.
ResponderEliminarImpresionante lo que contás.
ResponderEliminarTantas veces lo escuché de vos mismo. Tantas charlas hemos tenido al respecto.
Pensar que ese dibujo lo tuve en mis manos tantas veces. Incluso yo mismo tuve el gusto y el honor de escanear.
Cuanto tiempo ya pasó, no?
Y qué jodido lo que contás. Lo de Berta, no lo sabía.
Siempre discutimos, en realidad conjeturamos, tiramos suposiciones, pero lo de la prima Berta, recién me entero. Y eso es un dato muy importante! Cambia toda la perspectiva del asunto.
Un abrazo Felipe. La verdad, con esto te pasaste.
Marcelo
La entrevistamos a Berta con javier a los pocos días del fallecilmiento de Lucho,creo, fue cerca. Recuerdo que fuimos a ordenar papeles,revistas,originales. Lucho era uno de esos artsitas "desordenados" que no cuidaban de guardar ordenadamente su producción, que por ahí tenían en vez de la mejor témpera o acuarela, unos pomos de témperas escolares comprados en la libreria de la esquina.Uno veía eso y decía:¿cómo hacía este tipo para dibujar con esto? Porque ojo, Lucho se compraba también buenos papeles y pinceles, pero veías con atención y tenía de todo, como esto que te cuento.Recuerdo que cerca de su cama en una mesita estaba de pie aún,una colección de figuras de soldados de plomo,regalo de su hermana que Lucho seguramente copiaba en sus detalles mínimos, deleite de maquetista, que no me consta que fuera. Pero si conocedor de uniformes y armas.
ResponderEliminarEs cierto lo que decís, vos digitalizaste esa última imagen de Nippur, un jovencito Nippur que como acotara martha, la hermana, "miraba hacia la izquierda, hacia el pasado hermoso que se había ido".
Lo de Berta aclaro que es SÓLO SU OPINÓN,NO LA NUESTRA, aunqe debo destacar algo of de record que me dijeron ahí, y por ser fuera del grabador no diré quién lo dijo,peor reproduzco:
"Nippur está basado básicamente en Sinhué el egipcio.Y ese libro Lucho se lo prestó a Robin de acá mismo, de este -señala- estante de la biblioteca".
Una biblioteca que a la muerte de Lucho se desarmó, se repartieron libros y de cualquier modo,mucho quedó en la casa de la calle Austria,originales de los últimos años, guiones que tuvo que dibujat, muchas revistas con las hsitorietas impresas,etc.
GHracias amigo por los conceptos elogiosos y más que nada: por leerme.
Nota: donde puse peor debe leerse "pero".
ResponderEliminarMartha: mil gracias por lo que decis,¡exagerada!
ya viene la primera de cinco (5) notas sobre vos y tu tarea ejemplar como dibujante por tantos años.
¿Me dejás ser tu amigo?jeje
Te mando un beso
Felipe
¡bah ,te dejo ser mi amigo!!!!
ResponderEliminarHay algo en estas notas que me atrapa desde la primera palabra hasta la última y no solo es por la forma en que las narrás, sino porque transmiten mucho. Lo que contás en importante para conocer (o seguir conociendo) a un artista que está más allá de la obra, dejando un legado cultural y humano que debe hacerse conocer.
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias Ernesto querido,che:
ResponderEliminardecile por favor a los amigos (Oso,Decur,Diegod80,Sergio,Paul,etc.) a ver cuando me escriben algo,que ya "reabrió" el boliche de Rebrote,che...
Gracias por todo lo que decís.
Por otra parte...Neto:¿qué hace despierto a estas horas?
ResponderEliminarFaltará Lucho, pero no faltarán quienes recojan la espada.
ResponderEliminarEntre ellos, tipos comprometidos y talentosos como Felipe.
¡Abrazo!
Oso querido!!!
ResponderEliminarmuchas gracias por dejarme estas lìneas con tu comentario que siempre valoro!
Te debo una visita al blog!!
Felipe, va un abrazo repleto de una emoción entre exitante, y dolorosa al mismo tiempo. Es que este ausencia la siento muy particularmente, y vos me sabrás comprender. Gracias por el trabajo, y por el homenaje al creador de Nippur, que sabemos que es así, por mas que no debamos "levantar polvo".
ResponderEliminar